La cultura rastafari se ganó un lugar entre los jóvenes músicos rosarinos


La ciudad que parió al rock de Los Gatos, a La Trova y Fito Páez, hoy es testigo de cómo el reggae se fue abriendo cancha de a poco, hasta acaparar un modesto —pero no por eso menos importante— circuito de música jamaiquina. Las Reggae Fest, las tres ediciones del Bob Marley Day, el festival Rosario Vibra, las fiestas en el Club Italiano, el Reggae Roots Partys, recitales en El Sótano, Willie Dixon, Natural Mystic o Haile Selassie son de ello.
A lo que habría que sumarle la media docena de bandas —todas compuestas por veinteañeros, muchos de los cuales aún no habían llegado a este mundo cuando Bob Marley ya se estaba yendo— que tocan con periodicidad y muchas veces comparten escenario con los popes del género que llegan desde Buenos Aires y el extranjero.
Los herederos de Marley. La movida local tiene casi un lustro de antigüedad y está emparentada con la fertilidad del reggae a nivel nacional, comandada por Los Cafres, Nonpalidece, Satélite Kingston, Dancing Mood, Resistencia Suburbana y Riddim, bandas que por su masividad pudieron subir sus buenas vibras a los grandes escenarios, como Nonpalidece en Obras o Los Cafres en el Luna Park.
"El género fue creciendo en Rosario porque las grandes bandas comenzaron a venir a tocar acá. Y desde hace un par de años a esta parte han llegado The Wailers, Michael Rose, Fully Fullwood y algunas bandas jamaiquinas", señala Charly, guitarrista de Alegre no Tanto.
"Creo que recién ahora se está armando una escena local, pero con el formato de recitales más que de fiestas reggaes", explica David, vocalista de Dubies; y vaticina: "Lo bueno es que se gestó algo que recién comienza y que va a durar mucho tiempo".
Sin embargo, para Ramón Merlo, tecladista y voz de Cambá, esta "movida" está relacionada a una jugada de marketing y los que consumen este género lo hacen por esnobismo: "El reggae que se hace acá no está cerca del barrio, siendo que en Jamaica este género siempre estuvo cerca de los pobres. En Rosario, y en Argentina, el que escucha reggae es el chico que se va de vacaciones a la costa con su tablita de surf y se hace las rastas".
Esta fertilidad que experimenta actualmente el género se cristaliza en un público que prefiere la oferta jamaiquina a otros ritmos musicales. Los motivos van desde el mensaje tranquilizador de sus letras y la espiritualidad ligada al género hasta el marketing musical. Tal es el caso de que hoy el Pepsi Music y los Cosquín, Gesell, Chascomús y Baradero Rock tengan su segmento rastafari.
"El reggae es una opción diferente a las fiestas electrónicas, la cumbia o el rock, porque el show es distinto, la gente va predispuesta de otra forma y el ambiente es más de amigos", comenta Leo, guitarrista de Reina Cedella.
Buena vibra rastafari. A diferencia de la furia del "sexo, drogas y rock and roll", hay quienes prefieren el "paz y amor" propio de este género que transmite un mensaje de buena onda y con contenido.
"El rasta rosarino es el hippie, el que antes se apoyaba en el rock nacional. Pero como hoy el rock está vacío de contenido, se volcó al reggae que es la opción a la paz y a la fuerza", evalúan desde Reina Cedella.
Aunque desde Cambá son precisos en este punto: "Acá el reggae está relacionado a la música y la fiesta, no a la cultura rastafari ni a lo ortodoxo de su religión".
"Hay bandas que te venden el rastafarismo y en sus letras 9 de cada 10 palabras hacen referencia a Haile Selassie (Príncipe Ras Tafari)", acotan desde Dubies. Y aclaran: "Nosotros buscamos que la gente capte la esencia de la música, transmitiendo nuestra realidad porque no vivimos la cultura rastafari. Pero la gente compra un poco eso, le mostrás una rasta y le cambia la visión".
Un sólo amor. En los últimos años el reagge fue ganando seguidores entre los rosarinos que no sólo asisten a los recitales de bandas porteñas que cultivan el género sino que se juntan en locales dedicados exclusivamente a ese estilo musical.
En los meses de calor, la movida se vuelca a la costa donde Natural Mystic, el restó ubicado en la Rambla Catalunya, concenta la movida rastafari. En invierno, cuando las bermudas y las ojotas duermen en el ropero, el reagge suena "indoors" en Haile Selassie, Santiago y Santa Fe.
En el corazón del centro, en el interior profundo de la galería Cassini, está Sannabis, un local dedicado a la "cultura natural y positiva", donde los rosarinos pueden conseguir todo lo que se necesita para sumarse a la cultura rastafari, desde indumentaria hasta la literatura básica del movimiento.
Masiva o no tanto, la movida que se alinea detrás del legado de Bob Marley se apropió de un circuito y de un público que busca relajarse mediante un mensaje contundente y positivo.
Los chicos sólo quieren divertirse
Las bandas que cultivan el reagge en la ciudad están formadas por veinteañeros, con influencias musicales que van desde Los Fabulosos Cadillacs o Los Cafres hasta The Police y Matisyahu.
Sin embargo, todos buscaron darle su impronta. Cambá amalgama el reggae roots con acordeones de la música del litoral y letras que hablan de la realidad latinoamericana.
Alegre no Tanto se destaca por incluir violín y clarinete en sus temas. Shelby Reggae es un combo de música jamaiquina con rock y dub. Reina Cedella hace una mixtura reggae y ska. Y Dubies propone reggae roots y fiesta. Lo que todos quieren

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